El lugar donde habita Dios

«Tú eres santo, tú que habitas entre las alabanzas de Israel» Salmo. 22:3

Fiódor Dostoyevski, el gran escritor ruso y uno de los máximos exponentes de la literatura universal, plasmó en sus obras lo más relevante de la experiencia humana, incluida la espiritualidad. Cuando fue condenado a muerte por participar en actividades consideradas antigubernamentales, fue llevado al patio para su fusilamiento y, con los ojos vendados, tuvo que escuchar los disparos hechos contra otros presos. Pero, finalmente, su pena fue conmutada en el último instante por cinco años de trabajos forzados en Siberia. Desde allí, en su presidio, escribió: «Debes creer hasta el fin, aun si todos los hombres se desvían y tú eres el único que sigue siendo fiel; aun entonces, trae tu ofrenda y alaba a Dios en tu soledad».


«Alaba a Dios en tu soledad», qué concepto tan impresionante. Porque la alabanza produce un gozo permanente y una confianza plena en el poder de Dios; porque la alabanza es la única herramienta capaz de sanar tus heridas, tus frustraciones, tus enojos y amarguras. ¿Sabes por qué la alabanza es capaz de producir alivio, victorias, sanidad y alegría? Porque Dios mismo habita en medio de la alabanza, como dice nuestro versículo de hoy: «Tú eres santo, tú que habitas entre las alabanzas de Israel» (Sal. 22:3, RV60).


La alabanza es un elemento sublime para Dios, nuestro creador. La alabanza será eterna, no tendrá fin. Todos bendeciremos su santo nombre eternamente (ver Sal. 145:21). 


1 Pedro 1: 7 nos recomienda que cuando estemos pasando por el horno de las pruebas, es mejor que seamos hallados en alabanza a nuestro Dios. ¿Por qué, entonces, insistimos en resentirnos cuando deberíamos alabar al Señor? ¿Por qué nos resistimos al presente, en vez de adorar al Dios del presente? ¿Por qué nos dejamos lastimar por el miedo, en lugar de aceptar el bálsamo de la alabanza? Levanta tu voz en adoración y alabanza; proclama que tienes un Dios vivo en quien confías. Comienza el día de hoy con una nueva alabanza en tu corazón; llénalo de agradecimiento por todo lo bueno y también por lo malo. Un corazón agradecido es el lugar donde Dios se goza en habitar.

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